Tres meses pasaron después de que por esas cosas del destino me vi involucrado en una de las experiencias más importantes de mi vida... completar una vuelta al mundo al planeta!
Una vuelta a nuestro mundo, a nuestro pedazo de roca llamada tierra. Más de 58.000 Km. recorridos, guitarra al hombro, partiendo desde Santa Cruz de la Sierra, cruzando el Atlántico, pasando por Europa, Sur de Asia, el Océano Indico, El archipiélago de Indonesia, el continente Australiano, alcanzando y atravesando el Océano Pacífico para luego cruzar Estados Unidos de costa a costa desde Los Angeles hasta Washington, para finalmente dirigirme al Sur, terminando mi recorrido en el mismo punto de partida, previo paso por Buenos Aires.
3 meses que atizaron mi mente y mi corazón, haciéndolos diferentes, viendo el mundo de otra forma, dejando de lado actitudes y habitos esclavistas a nosotros mismos que nos aferran a una sola forma de pensar, que no nos deja florecer como seres humanos. En este blog, al que todo el mundo es bien venido (léase literalmente), pretendo relatar mis experiencias vividas, una a una.
El orden de los articulos es cronológico, y aparece de primero el último publicado, recomiendo su lectura desde el fondo.
Sírvanse pues de estas experiencias a fin que sean de inspiración para conocer y amar nuestra casa en el universo que es nuestro planeta… o como le llamo yo: “El laboratorio favorito de Dios”.

IX. Llegada al archipielago más grande del mundo.

Después de completar 2 meses en Singapur, me dirigí a mi final destino laboral en el archipiélago mas grande del mundo… Indonesia.

Ya me habían anticipado que la diferencia con Singapur culturalmente hablando, era definitivamente abismal. Precios bajos, multitudes, pobreza, religión, delincuencia eran los aspectos más marcados comparativamente.

Eran las 9:00 de la noche y estaba acompañando en el vuelo, al gerente distrital, y al jefe de recursos humanos para el Asia de la empresa a la que pertenezco. Llegamos al aeropuerto Internacional Soakarno Hatta de Yakarta, y después de someternos a la respectiva inspección migratoria, nos dirigirnos a la zona sur de esta capital hacia el lugar de descanso. 7 u 8 “cargamaletas” se peleaban el turno para llevar 30 metros el equipaje que traíamos, aún así el consejo general era no entregar nada a alguien desconocido. Nos esperaba la vagoneta de la compañía, conducida por un chofer natural del lugar de nombre Nasihum. Llegar a nuestros hospedaje tardó 2 veces el tiempo que demoró el vuelo desde Singapur debido al tráfico; 3 horas se hicieron en nuestro recorrido de llegada, los cuales me sirvieron para apreciar el ambiente citadino de la convulsionada ciudad de Yakarta por la noche… luces de colores, pancartas gigantes, edificios lujosos, y muchas, muchas movilidades.

Las primeras impresiones para mí fueron las evidentes muestras de desempleo y la consecuente pobreza que esto implicaba. La actitud desconfiada de mis acompañantes me daban la impresión de estar en una ciudad peligrosa, y cuya gente espera cualquier descuido para aprovecharse de los recién llegados extranjeros… Pero esto distaba mucho de la verdadera personalidad del citadino Jakartense que conocí más adelante.

Indonesia tiene más de 230.000.000 de habitantes, constituyéndose en el 4to país más poblado del mundo después de China, India y Estados Unidos. Tiene mas de 17000 islas en el océano Indico de las cuales destacan las 5 más grandes que son: la milenaria isla de Java, la ancestral e histórica Sumatra, la bella Sulawesi, la salvaje Kalimantan y Papua Irian conocida como “el África del Asia” donde sus pobladores son de raza negra. Indonesia casi duplica la superficie de Bolivia, aunque su distribución superficial a tierra firme deja menos espacio productivo o habitable. Solamente Yakarta abriga a más de 15 millones de habitantes, haciendo de esta capital una ciudad enorme al oeste de la isla de Java.

El destino me había llevado a un mundo nuevo, con una fascinante riqueza natural y cultural, que distaba mucho de otras conocidas y que al igual de otros países tercermundistas quedaba desapercibido para el resto del mundo. Ese primer día mi estomago me cosquilleaba, mis manos transpiraban, me invadía cierta ansiedad, pensaba en el choque cultural, las divergencias de mi fe, el problema idiomático, ese temor sublimado a lo desconocido, pero mi corazón estaba en paz por que entendí de entrada que había algo que me daba la bienvenida y que mi presencia tenía un propósito al margen de lo laboral… que descubrí más tarde.




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